En las ciudades no queremos ver al mundo indígena

“Añoramos ser más blancos y menos indios, es un miedo de ignorancia; por ende, la marginación y discriminación” comentó en entrevista para Cc, Ana Lidya Flores Marín, catedrática de la Universidad Iberoamericana en Puebla, defensora de los derechos humanos y amiga indispensable.

Desde el año 1994, se celebra el Día de los Pueblos Indígenas cada 9 de agosto. La celebración ofrece una oportunidad para reconocer a las comunidades indígenas -sus tradiciones, valores, idiomas y costumbres, y el aporte que estas han brindado en el fortalecimiento de las culturas nacionales.

“El mundo indígena en las ciudades es muy visible, pero no lo queremos ver. Hemos compartido el mismo espacio físico, pero perdemos la capacidad de entrar en contacto con hermosas personas a las que estamos expulsando de sus orígenes”, comentó.

De manera reiterada se ha reconocido que los pueblos indígenas desempeñan un papel fundamental en la ordenación del medio ambiente y en el desarrollo, debido a sus conocimientos y prácticas tradicionales, razón por la cual los Estados deben reconocer y apoyar su identidad, cultura e intereses y hacer posible su participación efectiva en el logro del desarrollo sostenible.

Los Pueblos Indígenas representan más de 370 millones de personas que viven en cerca de 90 países. Son custodios de un gran acervo de lenguas, tradiciones y fuentes de conocimiento y creatividad. México cuenta con 11 millones 132 mil 562 habitantes indígenas.

Platicando de primera mano un grupo de vendedores de tapetes artesanales en un lugar tan turístico como lo es el centro de Coyoacán, en la Ciudad de México, cuentan que muchas veces se sienten usados por la sociedad que los rodea. “Nos abordan con desdicha, nos compran por pura moda. Inclusive nos toman fotos, como si fuéramos una atracción; por eso no nos prestamos ni siquiera a enseñar nuestro trabajo ante las cámaras”.

Líder indígena y feminista mexicana, Martha Sánchez

Martha Sánchez Néstor, mujer indígena amuzga, activista y feminista de Xochistlahuaca, municipio de la Costa Chica guerrerense, durante su carrera política luchó por los derechos y la igualdad de las mujeres indígenas.

Incluso la revista Forbes, durante el año 2016 al 2017, la incluyó en la lista de mujeres más influyentes de México en la revista de negocios y estilo Forbes. Por desgracia murió víctima de Covid-19, quien desde la década de los noventas participó en diferentes movimientos sociales y políticos en Guerrero.

Martha se va con su huipil magnífico de Xochistlahuaca. Luchó no sólo por ella, sino por todas aquellas mujeres que dejan de usar su huipil para no ser discriminadas.

Con su pérdida dejamos ir un universo en términos de lucha, pero no así el legado de muchas mujeres fuertes indígenas que vienen detrás de ella pisando fuerte.

Hay muchas Marthas a las que no debemos despreciar y debemos aprender de ellas, pues esos textiles que caminan por ahí como códices lo hace cualquiera, expresa Mascelania.

Me he sentido señalada como modosita, poco culta, miedosa, pobre e ignorante. Así me señalaron hombres y mujeres, indígenas y no indígenas, en la escuela y en la sociedad. En el Metro, en el camión, en el avión, en las calles, en las regiones, en los países, en los actos políticos, en los hoteles y hasta en las universidades me critican con la mirada de “¿A poco sabe?”. “¡Qué inteligente es! ¿A poco es india?”. “Uuhhh, ¡es feminista!, ¿es intelectual?”. “Uy, pero es de izquierda, ¿o acaso es priista?”. En cada mirada inquisitiva percibo sus mentes y sus imaginarios, sus referentes y sus ausentes.”, palabras de Martha Sánchez Néstor, en entrevista para Diario Rotativo.

Los marginamos por miedo. Viven en los cerros porque los hemos expulsado; tienen tanto que reclamarnos por lo que como sociedad les arrebatamos tomando sus tierras, sus riquezas desde la conquista hasta el día de hoy.
Los grandes proyectos de desarrollo poco a poco los han ido expulsando, y lo seguimos permitiendo.

“Desde mi magnífica blusa de Amatenango del Valle, Chiapas, los abrazo con todo cariño”, concluye Ana Lidya Flores Marín.

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