Paseo Flotante en Chapultepec

“El demonio principal es la pérdida y privatización del espacio público, que además, nos despoja de un espacio de encuentro y libertad”, afirmó en el infierno el artista Gabriel Orozco, mientras caminaba por su casa con la computadora en mano durante una entrevista para el podcast La Ciudad y sus Demonios en mayo de 2021.

Durante el mismo espacio recalcó la importancia de transformar espacios públicos de una aparente ausencia y convertirlo en un espacio habitable sin imponer identidades, y así proveer a todo tipo de persona un encuentro libre que incite a la participación. Estas palabras, como chamanes, alejan los demonios y elevan su obra.

Para muchos es nuestra primera vez en el lugar, ejercemos nuestro derecho al libre tránsito, a cruces seguros y celebramos la accesibilidad para todas y todos, aquello es una gozadera.

Chapultepec flota

Cuarto para las 11 de la mañana. Después de un trayecto de 30 minutos en autobús y escasos metros de caminata la veo en mi horizonte más próximo: la Calzada Flotante de Chapultepec es una realidad. Aún con maquinaria, adoquín apilado y la señalización de “hombres trabajando”, seguro falta su última “shineada”.

Detrás de mí ciclistas y turistas se dirigen a la calzada, salen del ahora complejo cultural de Los Pinos. No de lo más contentos, a juzgar por su semblante; decepcionados y agotados por el sol, su visita no fue lo que esperaban. Partes interesantes y algunas habitaciones de la residencia permanecen cerradas. Una de ellas el búnker en el que, en caso de emergencia, fungía como resguardo para el presidente en turno. Decoraciones afrancesadas, muebles de primera, vestigios de arte y bibliotecas con miles de libros pero que, irónicamente, la información escasea.

La Calzada Flotante, realizada por Gabriel Orozco, uno de los artistas contemporáneos mexicanos más valorados a nivel mundial, forma parte del proyecto integral de remozamiento del Bosque de Chapultepec. Como parte del complejo cultural, dicha obra cuenta con 436 metros que inician desde Molino del Rey, ‘flotando’ gracias a fuertes vigas de acero puro a través del Periférico con final en Avenida de los Compositores.

El óculo entre los árboles

La construcción comenzó a mediados del 2021, un año después de la fecha establecida por modificaciones al proyecto por parte de la Secretaría del Medio Ambiente para reducir la huella ambiental. Benjamín Romano, fundador del despacho LBR&A Arquitectos, diseñó la primera propuesta del proyecto que consistía en hacer la calzada de 12 metros de ancho, misma que fue retirada.

La calzada fue rediseñada por Orozco con el objetivo de aminorar el impacto ambiental. Se redujo a la mitad de ancho y se talaron 79 árboles,  una cantidad menor a la antes anunciada; además,  por cada árbol derribado, se plantaron seis en el Bosque, según información oficial.

“Es un proyecto que diseña, y en el cual deja su impronta y su arte, -refiriendo a Orozco-. Todos los círculos e impresiones en el piso tienen que ver con proporciones que él fue conceptualizando”, dijo Marina Robles García, titular de la Secretería del Medio Ambiente (Sedema).

El artista egresado de la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la UNAM, logró plasmar uno de los rasgos más característicos de sus obras; la geometría. A través de tres óculos incrustados directamente en el concreto dan paso a los enormes árboles que contrastan con el color negro mate de las delimitaciones del puente y el tono grisáceo del pavimento.

“Hay que priorizar la preservación de la flora y fauna como hilo conductor de las decisiones que se tomarán en el proyecto de remozamiento del Bosque de Chapultepec”, afirmó el artista en entrevista con los demonios.

Ahora vendo más: el abominable hombre de las nieves

Ya en la segunda sección del bosque, a los pies de la Avenida de los Compositores, Fernando Morales el abominable hombre de las nieves de 63 años regodea las campanas, empuja su pequeño carrito blanco y grita “heladooooos, heladooooos”. De baja estatura, bigote de aguamielero y gorra decolorada por el sol, viste entero de blanco. Un personaje típico en un espacio público. Recorre Chapultepec desde hace 47 años, sigue la tradición familiar. Es uno de los 7.6 millones de beneficiados por la Calzada Flotante.

“Tiene dos semanas de inaugurada y vendo considerablemente más, incluso es más fácil traer mi carrito aquí”. Antes de la obra recorría una distancia de más o menos tres kilómetros y subía un puente peatonal cuesta arriba y poco accesible para llegar a espaldas del próximo Parque Aztlán. Fernando ya vendía aquí cuando la principal atracción de la feria de Chapultepec era la montaña rusa, inaugurada por Ernesto Uruchurtu en los años sesenta del siglo pasado. Fue en su momento la más alta del mundo.

Fernando llegó a los 14 años de su pueblo en Hidalgo en busca de oportunidad laborales. Primero fue bolero y después vendía flores en un tianguis cerca de su casa, en la colonia Doctores; ninguno fue su fuerte. Se enteró a través de un conocido sobre permisos para comerciantes dentro del bosque y no dudó en vender helados directo de una carretilla.

“Antes solo tenía uno o dos sabores de las frutas que me regalaba mi hermana Flor, que era ayudante en una frutería. Mi especialidad es el de mamey, con pura leche de vaca. Claro, antes era mucho más natural que hoy, pero aún conservo el toque”, me cuenta entusiasmado Don Fer.

Mientras platicamos limpia la parte superior del carrito, pica el hielo y lo alimenta con sal de grano. Le gusta la cámara, no es la primera vez que lo fotografían. “Ya le sé a esto. Así como me ves, salí en un video de Luisito Comunica”.

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