Nada lo detiene

Bajo la mirada alerta del Oculus, en el WTC de Manhattan, millones de pasos han ocultado sus ojos. Detrás de las máscaras llevan la tragedia de la Covid-19 que azotó de manera devastadora uno de los centros neurálgicos universales del arte, la moda, la gastronomía, el entretenimiento, la multiculturalidad; en suma, de una de las representaciones más acabadas de la metrópoli global: la ciudad de Nueva York.

Nunca antes la enfermedad y la muerte habían llevado a esta sociedad a tener que esconderse de un enemigo al que no iban a poder derrotar con sus poderosos ejércitos. No habría bomba capaz de atomizar el contagio, de detener la caída de los más débiles: 53 mil decesos en lo que va de la pandemia. Nunca antes la muerte tan sustentable, nunca antes la movilidad así de aletargada.

Movilidad de Estado

Las líneas subterráneas del Metro de Nueva York fueron planificadas en 1894 y construidas en 1900. Es el sistema de transporte público más usado en Estados Unidos y el séptimo a nivel mundial. Cada día se desplazan cerca de 6 millones de personas y cuenta con 468 estaciones; es el sistema de transporte ferroviario urbano más grande de ese país y uno de los más grandes del mundo, con alrededor de 660 millas de vías primarias en servicio.

En su comienzo el metro pertenecía a dos compañías privadas: la Brooklyn Rapid Transit Company (BRT Co.)  y la Interborough Rapid Transit Company (IRT Co.), hasta que en 1940, durante el mandato del presidente Franklin Delano Roosevelt, el gobierno adquirió la propiedad.

El metro estuvo administrado por la Autoridad de Tránsito de la Ciudad de Nueva York desde 1953 hasta 1968, año en que comenzó a hacerse cargo la autoridad de transporte metropolitano del estado. La integración fue lenta, pero se construyeron bastantes conexiones entre los sistemas independiente (IND) y el de Broadway (BMT), que ahora operan como una sola división: la División B.

“No muy concurrido”

Las aplicaciones como Google o Waze que sugieren las rutas a seguir en el día para llegar a Central Park –al que se puede acceder por el West Side, justo en la esquina del Hotel Trump— indican que en todo momento el flujo de personas es escaso o “no muy concurrido”. ¿Acaso la resaca de la muerte ha detenido a los vagabond shoes? Parece que las ganas de seguir extraviados se les han acabado.

Es, sin embargo, la solidaridad de la gente en la ciudad que nunca duerme la que parece que podría “levantar” por encima de la debacle a la gran manzana. “They are longing to stray, right through the very heart of it, New York, New York”.

Hacia las 15 horas del miércoles 2 de junio un tímido sol asoma un rayo de luz y los espacios públicos y el metro y el flow tienen un andar que nos recuerda que nunca duermen, están de regreso, son Nueva York y como parafraseando el canto de la internacional Sonora Santanera, los bombarderos del Bronx lo saben, los infinitos latinos lo saben, las luces de Times Square lo saben, la quinta lo sabe, Broadway lo sabe. Son New York y lo saben, lo saben. Ya se los recitó Sinatra “If I can make it there, I’ll make it anywhere”. 

Decenas de carteles dentro de los vagones del metro anuncian la cura: todos vacunados, estamos juntos en esto, salva la vida a quien no conoces y utiliza el cubrebocas. Uno sí y uno no: todos respetan un espacio entre los asientos, la gente va mayoritariamente silenciosa, pero de cuando en cuando una risilla.

Podría aletargarse, pero nunca caer

El experto en sistemas férreos, Francisco Pi Martínez, asegura que una ciudad como Nueva York debe disponer de un sistema de transporte rápido, seguro y confiable para garantizar la movilidad de grandes volúmenes de personas, y con ello, la competitividad de la ciudad como entidad económica y activa. “En relación con el paradigma de la movilidad, especialmente en un entorno urbano, la jerarquización significa que cada sistema se ocupe de movimientos que por su velocidad y volumen atendido, resulte el más competitivo”, dice.

En ciudades arriba del millón de habitantes el metro debe ser el elemento detonante del sistema de transporte, y a partir de ahí, construir sistemas complementarios y dependientes de él para la última milla (llegar a cada casa y a cada cuadra), detalla el especialista.

El metro de NY circula 24 horas al día. En hora pico pasa un convoy cada 2 o 5 minutos; durante el resto del día, cada 5 o 10 minutos; y de noche, cada 10 o 20 minutos. Los horarios dependen de la línea y la zona.

Tiene una configuración dinámica de rutas, a diferencia de muchos otros sistemas que se basan en líneas; además, cuenta con servicios de conexión y rutas convencionales, de modo que la jerarquización se implementa dentro del propio sistema del metro, expuso Pi Martínez.

Hacia las 20:00 horas el PATH con rumbo a Nueva Jersey anuncia su partida. El ojo que abrió el arquitecto de origen español, Santiago Calatrava, con una inversión cercana a los 2 billones de dólares, nunca pestañea. Con sus pupilas dilatadas lo alcanza todo: los pasos de los caminantes, el rechinido de la máquina, las aperturas de las puertas, el nado sincronizado de sus horarios en la pulcritud de su sistema exacto… Podrá aletargarse, sí, tal vez llore un poco incluso, pero nada lo detiene.

(Con información de Emiliano Domínguez).

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